Hipocresía, traición, desesperanza, me dijeron los dioses en la cima de una cumbre Blanca, contrastada por el vuelo de los buitres, mientras me contaban que significaba cada nombre que habían destinado para cada persona, mi mirada fija en el más allá, empujado al abismo del destierro por lo que creía, era mi gran amor. Iluso, engañado, estúpido sentía mi corazón, luego de tres días rodeados de goleros, negros, hambrientos y con cuatro luces amarillas brillantes, una en cada esquina de la prisión de mi cuerpo, supe la verdad, acabaron con mi humanidad, por solo ser alguien en la vida, valiéndome de mi esfuerzo y mi dedicación. Despierto en la gloria de mi creador, con dolor llevo un aro de flores, que según todos me haría descansar en paz, atravesado por mi fortuna, mi riqueza que son devoradas por hambrientos leones, despilfarrado. Me encuentro sumiso en mi dolor, muerto por lo que tanto aspiraba a tener, me voy con un misterio, con un sin sabor, mi corazón arde, mis ojos lloran, que muy poco dura, por el frio que se apodera de mi cuerpo, que enfrían la evaporación de mi sangre, alimentada por mi rabia.